ARGUEDAS:
EN LA TEXTUALIDAD DE LA LITERATURA EN QUECHUA
Armando Arteaga
El primer libro que se imprimió
en el Perú fue un catecismo en quechua, la primera expresión literaria
realizada por los misioneros para la conversión de pueblos originarios al
catolicismo, fue la creación de “himnos” en quechua. Arguedas notifica entonces
el sincretismo entre el mundo antiguo andino y la visión occidental de los
misioneros españoles, en esta aproximación “Sobre la literatura quechua”.
El sincretismo cultural y religioso empezó a funcionar desde la llegada
de los españoles, lo mismo que la extirpación de idolatrías, ante la resistencia cultural de algunos
pueblos andinos. Arguedas rompió esa supuesta “marginalidad” atribuida por los
historiadores y críticos oficiosos de una castellanidad absoluta de nuestra
textualidad literaria.
En el antiguo Perú existieron
diversas literatura nativas, las culturas anteriores a la literatura incaica
tuvieron distinguidas expresiones literarias que se han ido olvidando en la
noche de la historia. Estas expresiones
literarias, más o menos diferenciadas existieron. Se desprenden estas certezas de las
manifestaciones descritas por los cronistas, y de las investigaciones
lingüísticas y arqueológicas vigentes.
Existieron además grandes
espacios culturales de oralidad, aparte
de la incaica. Diversos fueron -a
grandes rasgos y vestigios- los espacios culturales expresados en Chavín,
Paracas, Vicús, Recuay, Mochica, Nazca, Pachacamac, Caxamarca, Tiawanaku,
Puquina, y Wari, entre otras culturas y lenguas. Estas literaturas iníciales:
autóctonas, vernáculas, de ciertas originalidades y de gran diversificación
idiomática, se han perdido. Se fue perdiendo toda esta diversidad
lingüística, desde la unificación incaica, cuando empezó a oficializarse el
quechua.
La oralidad poética del “Periodo
Clásico” de los incas asumió convivencia social de integración en algunos
casos, aún friccionando en otros: con otras lenguas nativas en pugna por
hegemonía cultural, con otros pueblos coexistentes que alternativamente
desarrollaron también símiles creaciones literarias a los incas, tales como:
Collas, Lupacas, Soras, Rucanas, Pocras, Wanucus, Wancas, Chimús, Chachapoyas,
Cañaris, Yauyos, entre otros. De estos
pueblos quedan aún vestigios arqueológicos, lingüísticos y literarios.
La literatura quechua empieza en
el siglo XII D.C. Por exacta
coincidencia histórica dura casi 900 años, empieza desde cuando Manko Kkapak
(amauta y harawiku) funda el Tawantinsuyo.
Y, en este siglo también, empiezan los primeros cantares de gesta
españoles. Este periodo clásico empieza
desde 1200 D.C. a 1532 D.C.: desde los inicios de la fundación del Tawantinsuyo
hasta la captura del Inca Atahualpa. La
oralidad poética la realizaban los
sacerdotes, los amautas, los kipukamayos y los harawikus. Aparte de la oralidad poética, existieron
otros géneros literarios: la oralidad narrativa y la oralidad dramatúrgica.
La poesía de este instante del
“Periodo Inicial Clásico Inka” era espontánea y original, sin influencia española,
expresada en la tradición oral, relacionada con el canto, la música y la danza
de los pueblos. Era una poesía épica y
mítica, de celebración de las hazañas sociales: su tema era la guerra, y la agricultura. Se expresó
también una poesía colectivista de cantos: a festividades especiales a
la tierra, la lluvia, y las montañas. Y,
una poesía subjetiva y personal, de
carácter lírica y amorosa.
La prosa era de gran contenido
fantástico y de mucha imaginación literaria en donde se desarrolló el mito, la
leyenda y los cuentos. Hubo también aquí
una prosa moralizante y de carácter didáctico: frases, refranes, y apologías.
La prosa fue realizada y usada con fines pedagógicos.
La dramaturgia desarrolló sus
propios temas, eran cantos propios representados en la “aránwa” o espacio
dedicado para la representación teatral, con textos de dramas dedicados a la
vida normal y la las hazañas cívicas de los incas. La muerte también fue un tema abordado, se
entendía de manera ritual el manejo de las relaciones con los difuntos.
La obra literaria de José María
Arguedas ocupa casi todos los géneros literarios de cierto prestigio y
actualidad, creo que excluyendo solo la dramaturgia. Aunque, es cierto, junto a sus “Cantos y
Narraciones Quechuas” (1962), con el Patronato del Libro Peruano, donde se publicó Ollantay (en
versión de César Miro y Sebastián Salazar Bondy), a sugerencia de Arguedas,
participó tangencialmente en esta tarea de adopción del guión teatral teniendo
como punto de partida el “texto” de las traducciones de Gabino Pacheco Zegarra
y José Sebastián Barranca.
Este drama teatral es el pórtico
(o el puente) por donde suelen empezar
los manuales de enseñanza de nuestra literatura peruana que se estudia desde el
colegio, ignorando “la otra literatura peruana” como ha llamado Edmundo
Bendezú, a la literatura escrita en quechua, suponiéndola algunos con cierta
“malevolencia” de una existencia
marginal.
Pocos son los textos que han
estudiado el proceso de la poesía quechua.
Arguedas tiene un escrito “Sobre la poesía quechua”, en sus “Cantos y Narraciones quechuas (Desde
la época incaica hasta nuestros días” (1962): Selección, traducción y notas de
José María Arguedas. Este “texto”:
“Sobre la poesía quechua”, a manera de
prólogo, describe el primer impacto del
encuentro de dos lenguas en el proceso
de la colonización española impuesta a los pueblos que conformaban el
Tawantinsuyo (donde la variedad lingüística era múltiple y diversa, donde
predominó el quechua y el aimara).