EL LUNAREJO, UN INDIO ILUSTRADO
Por Armando Arteaga
Cuando
uno camina por las glaciales calles del pueblo de Calcauso, en la provincia de
Antabamba, en el departamento de Apurímac, el visitante foráneo tiene la
impresión de estar viviendo en otro tiempo. Los niños que juegan canicas o
fútbol en la plaza actual del centro poblado que da al atrio de la Iglesia
Virgen del Carmen de Calcauso retienen el tiempo, el pasado en el presente, dan
brincos, cantando los chopos reflejados en los charcos de agua que ha dejado la
lluvia, kimsa, pichqa, tawa, gritan, y hacen más grata la estancia, estas
piruetas infantiles sobre el paisaje verde andino y el cielo serrano, azul e
intenso. Aquí en Calcauso nació y pasó parte de su infancia uno de los hombres
más inteligentes y cultos que ha tenido la literatura: Juan de Espinosa
Medrano, El Lunarejo.
En
realidad, el escritor del “Apologético en
Favor de D. Luis de Góngora” se llamaba Juan Chancahuaña, por eso todavía
los campesinos lugareños lo llaman cotidiana y cariñosamente “Juanito”. Queda -in
promptu- su casa que ha sido declarada monumento histórico de la nación, pero
nada se ha realizado hasta ahora por restaurar y poner en valor este inmueble
sencillo y humilde, de adobes y techo de paja (que ahora remplaza in extremis la calamina).
“Juanito”
era un vivaz muchachito calcausino que sus padres entregaron al cura pueblerino
como ayudante, pero al destacar por sus dotes de inteligencia, sobresalió entre
los demás. Andaba siempre con la oreja
pegada -tocando madera- sobre la puerta de la sacristía, por lo que era cierta
alma privilegiada para la flor de la liturgia. Este cura pueblerino le dio su
apellido y lo llevó a estudiar al Cusco, donde Juan de Espinosa Medrano terminó
de Obispo, y se le llamó el “Demóstenes Indiano”, por su brillante oratoria.
Una
hermosa niña me queda mirando y tiene en la cara el famoso lunar que ostentaba
el escritor apurimeño, y que recuerda el mote que los lugareños dan a los
calcausinos, mollebambinos, silqueños y viteños.
Este
hombre que tradujo a Virgilio al quechua era diestro en escribir haylle y
huayllias. Al referirse sobre la
textualidad quechua que cesó de fluir momentáneamente en la extirpación de
idolatrías, según Edmundo Bendezú en “La
Otra Literatura Peruana”, siguió fluyendo nuevamente por las venas del
pueblo indígena y cantando en los taquis religiosos, paganos y cristianos, y
criollos como el gongorino Juan de Espinosa Medrano. Fue grande su obra
desperdigada en quechua, con voz tan personal como la de Kilku Warak’a. Testigo
de este acontecimiento es El Hijo Pródigo, que duerme en alguna vitrina del
Museo de Berlín, cuyo original sirvió para la traducción al alemán que hiciera Middendorf.
Luis
Alberto Sánchez en “Los Poetas de la
Colonia y de la Revolución” asegura:
Este Juan de Espinosa Medrano era natural del pueblecito de Calcauso, de
la doctrina de Mollebamba, en la provincia de Aimaraes, donde nació en 1632, y
no en Lima, como equivocadamente cree Menéndez y Pelayo, aunque más adelante,
incurriendo en evidente contradicción, lo llama cuzqueño. El Apologético de
Espinosa Medrano esta escrito en limpio y claro estilo, no exento de leves
enmarañamientos.
A José
Carlos Mariátegui le faltó vigor en su visión del colonialismo supérstite,
habría que rebuscar un poco más en aquello de la irremediable mediocridad de la
literatura de la Colonia. No obstante supongo válida su apreciación sobre el
tiempo colonial, El repertorio colonial se compone casi exclusivamente de
títulos que a leguas acusan el eruditísimo, el escolasticismo, el clasicismo
trasnochado de los autores. Fue injusto Mariátegui cuando escribió en 7 Ensayos:
El Lunarejo, no obstante su sangre indígena, sobresalió sólo como gongorista,
esto es en una actitud característica de una literatura vieja que, agotado ya
el renacimiento, llegó al barroquismo y al culteranismo. El “Apologético en Favor de Góngora” desde
este punto de vista, está entro de la literatura española. No obstante, creo,
El Lunarejo siempre representó una fuerza centrífuga, pero indiana.
Hasta
Rafael de la Puente Benavides (Martín Adán) en su tesis “De
lo Barroco en el Perú” ninguneó a El Lunarejo, fue bisoño al no entender
sino al gongorismo como una historia inverosímil, síntoma de la invasión y de
la confluencia y no de la síntesis. Apenas es tangencial: En oriundez de El
Lunarejo, defensor de Góngora en el siglo XVII; en el Cuzco, convertido a
mestizaje, y en sitios semejantes, voces airadas predican contra la forma
diferente en diferente idioma, contra la élite a la francesa en el pasmo de la
indiada. Difícil de entender, pero vale. Mejor, Martín Adán, cuando refiere: Razones -van y vienen- en
discursos enzarzados y estériles; y el Perú padece en acrecentado menester y
aprieto.
Tres
escritores diferentes sí avistaron el mensaje de El Lunarejo, o conocieron
otras obras como Philosophia Thomística o La Novena Maravilla.
Mariano
Picón-Salas en su libro De la Conquista a la Independencia exalta la obra de
crítica literaria más curiosa que produjera toda nuestra época colonial, y
explica: El Lunarejo, que a veces escribe con un estilo digno de Gracián y
dice, por ejemplo, “el bulto del libro sólo denota que tiene mucho papel. No crecen
los tomos para echar hojas, sino para madurar frutos, que eso les quedó
a los libros de su linaje de árboles”...,
y va un poco más: El auto de El Hijo Pródigo cuyo autor se supone fue el
gran mestizo cuzqueño Espinosa Medrano, me parece dentro de la literatura
americana la obra maestra de ese teatro indígena.
Dámaso
Alonso en su Ensayo de Métodos y Límites Estilísticos - Poesía Española,
alabando las bondades del estilo literario del escritor apurimeño dice: Ya
vimos cómo Espinosa Medrano notó el valor expresivo de los esdrújulos (“con su
acento dactílico y despeñado” admirable formulación del Lunarejo).
En los
años 70, Luis Loayza en El Sol de Lima dijo algo admirable sobre el prestigio
literario que muchos sentimos dio la obra de El Lunarejo, para la posteridad:
Un americano podía ser superior a un europeo por la cultura y la víctima de la
demostración sería un lejano crítico portugués ya desaparecido, una sombra. Al
final quedó fortalecido el prestigio de Góngora, pero sobre todo su defensor
ganó su propio combate. Los españoles que elogiaron el libro del Lunarejo no
sospechaban que les estaba cobrando un desquite.
Por el
vector de la literatura coma vocación, como verdadero oficio, es intachable el
aporte de El Lunarejo, por allí apunta El Lunarejo en Asturias de Mario Vargas
Llosa, compañero y amigo de aventuras literarias de Luis Loayza.
Algunos
otros escritores locales paisanos antabambinos de El Lunarejo han escrito
sendos ensayos apologéticos sobre su obra literaria, J. Agustín Tamayo
Rodríguez y Antonio Centeno Zela, aparte del sureño chileno Gastón Toro.
Para
terminar recordaré al personaje Plutón en el Auto Sacramental del Robo de
Proserpina y Sueño de Endimión que, para muestra un botón, es parte de la
poética de El Lunarejo, versos limpios:
El sol,
la luna, la estrella Venus,
el rayo
hebra reluciente,
la
aurora anunciadora del día...
Calcauso, julio de 1999.
Del libro: "La Literatura en Apurimac".