PECHE PERECHE:
EL
EPÓNIMO CAPITÁN GENDARME DE
SULLANA
Por Armando Arteaga
Armando Arteaga, Nestor Espinoza, Eduardo Borrero Vargas y Jonathan Timaná Augusto en la presentación de la novela “Tras las huellas del Capitán Peche Perreche”.
La narrativa piurana tiene -actualmente- una
enorme vitalidad literaria. Nuestra
narrativa regional se ha ido transformándose, modernizándose, haciéndose más
mundana y globalizándose. Dejando, en la zaga de sus grandes atributos narrativos
de vanguardia, sus viejos esquemas y los temas recurrentes del paisajismo de siempre. Y, echando de mano, en las expresiones
de un realismo -rural y agrario- vigente
todavía, la recreación vivencial de sus
abrumados personajes locales y pictóricos,
se ha ido metamorfoseando –esta narrativa piurana- en otra de gran nivel
de aprobación y prestigio literario, superando aquel pasado del
provincianismo y la vertiente
costumbrista que la asfixiaba.
Aún así, con
este pie forzado, sus narradores son excelentes, y todos ellos han gozado de un
enorme prestigio literario. Los nombres de Enrique López Albújar, Rómulo León
Zaldívar, Francisco Vega Seminario, Teodoro Garcés, Justino Ramírez, Jorge E.
Moscol Urbina (Jemu): le han otorgado cimientos muy fuertes al gran edificio de
la nueva narrativa regional y piurana.
Se está levantando –desde la década del setenta- un nuevo y pleno edificio
de esta nueva narrativa regional (cuando se mira esta predecesora manera de
narrar en su contexto totalizador); que es el continuo de esta tradición,
superando los arcaicos lastres de la literatura de costumbres, que lo
folklorizabantodo, que terminaban limitando el horizonte actual y total, y que,
empezaban a dar muestras de cierto
aburrimiento literario.
Se han sumado a
este prestigio de la actual narrativa
piurana los nombres de otros escritores como Raúl Estuardo Cornejo, Rigoberto
Meza, Víctor Borrero Vargas, Miguel Gutiérrez, Cronwell Jara Jiménez, Carlos
Espinoza León, Christian Fernández, Juan Félix Cortez, Genaro Maza Vera, Teodoro
Alzamora, Sigfredo Burneo, Luis Eduardo García,
Mario Palomino, Houdini Guerrero y Jorge Tume, entre otros. Incluyo en estos aciertos narrativos -acerca
de temas piuranos- algunas de las novelas de Mario Vargas Llosa que meten su
cuchara en este asunto.
En esta línea de
trabajo literario -de este transe de la narrativa piurana- es que ubico -en el mismo tren de viaje- la última novela “Tras las huellas del Capitán
Peche Perreche” de Eduardo Borrero Vargas (Sullana, 1942). La novela de Eduardo Borrero tiene los
méritos suficientes para ser considerada como un acierto narrativo actual. Su
narrativa se desenvuelve en un clímax de cierto realismo mágico que algún
despistado lector puede perderse en pensar que entre las peripecias cronométricas del Capitán
Peche Pereche de la Gendarmería de Sullana en las postrimerías después de la
debacle de la Guerra del Pacifico, podría existir alguna relación -de
paralelismo literario- con el absurdo de aquella espera de la correspondencia epistolar
del Coronel Aureliano Buendía en la
enigmática novela “El Coronel no tiene quien le escriba” de Gabriel García
Márquez, o en algunos detalles simbólicos y oníricos de “Pedro Paramo” de Juan
Rulfo, o en la semblanza del mismo desencanto de “La muerte de Artemio Cruz” de
Carlos Fuentes.
En toda estanarrativa
de Eduardo Borrero, de su excelente novela
“Tras la huella del Capitán Peche Pereche” hay un malestar que carcome el
ambiente y la vida interna de los personajes, un pródromo que profana el
tiempo, una época en crisis, cualquier instante histórico que se desborda. El
Capitán Peche Pereche es de esos personajes faulknerianos que viven atrapados en la obsesión aplastante del
tiempo. El tiempo, es un leitmotiv que va germinando las
acciones, deteriorándolas, y que, por
momentos, en la acción narrativa se mezcla lo pretérito con el furibundo presente,
el funesto presente con lo refractario del futuro, y lo pluscuamperfecto: en
racontos, en monólogos interiores, llenos de hechizos y descripciones
inverosímiles.
Sullana, la
ciudad que cobija los “diálogos estoicos” entre el Capitán Pereche y el alcalde
Vargas son el “estigio” de las propias vivencias de ambos personajes que
conspiran entre los litigios del pierolismo simplón y del cacerismo rutinario. El espejismo de la vieja Sullana histórica a
la orilla del Chira, es presentada de veras
como si la vislumbráramos desde un plano
antiguo: la Calle de la Media Luna, la Calle Real, la Calle del Comercio, la
Calle de los Curas, la Calle de las Cadenas, la Calle del Desagüe, la Calle del
Ferrocarril, la Calle de los Aguateros, el Alto de la Paloma, la Pampa de la
Gallina, la Loma de Mambré, o la bocatoma donde abrevan los burros y las
cabras. Toda esta Sullana signada por el
repicar de las campanadas de la Iglesia Matriz. Esa Sullana del siglo XIX.
El tratamiento
del clímax narrativo de la novela me parece un acierto de Eduardo Borrero, con
una impecable precisión para presentarnos siempre a su personaje favorito. Este
gendarme, retrato épico y hombre ético, que tiene tanta actualidad histórica,
en un tiempo de catástrofes y de podredumbres:
donde el desencanto y la intriga
van alimentando la consolidación de este personaje epónimo.
Eduardo Borrero
ha desarrollado con éxito una novela histórica, a través de una radiografía
política y de una realidad desenfundada de la vida del Capitán Peche Pereche; las descripciones de la vieja Sullana son –dondequiera-
reales. Personajes como el Capitán
Pereche y el Alcalde Vargas cuando conversan en “El Parlamento Dorado”, esa fonda a cuadra y media de la gendarmería,
son tan universales y redondos, donde el ámbito del lenguaje usado nunca deja de ser de un gran fervor de
piuranidad. Las anécdotas cotidianas se
van transformando en realidades mitológicas, ante la historia verdadera de una
comunidad.
Sullana
necesitaba ya una novela histórica que la identifique, su gran novela del Siglo
XIX; dado su violento desarrollo
urbanístico actual, por haber recibido un flujo migrante representativo de
nuevas realidades e identidades, que ha
ido cambiando su morfología urbana, y donde también aparecen nuevos conflictos
sociales para una nueva narrativa.
Eduardo Borrero Vargas y su novela "Tras las huellas del Capitán Peche Pereche".