ARMANDO ARTEAGA Y SU ARQUITECTURA POÉTICA
POR WINSTON ORRILLO
“Tú eres un poeta/ Estamos aquí/para transformar la vida” A.A.
A un año de aparecida –marzo de 2013- íntegramente, como es su costumbre, en la edición Nº 2 de la revista INDI, que dirige el poeta Alberto Alarcón, podemos acceder a esta breve, aunque muy intensa, muestra poética de Armando Arteaga, (Piura, 1952), arquitecto de profesión y destacado integrante de la relevante Generación poética peruana del 70 (¡cosa más grande: hace poco comentábamos la novela de un médico peruano que vive en Alemania!).
Mea culpa, estuve tentado de robar, para el título de esta columna, el magnífico de esa presea de las letras de América Latina, el gran poeta ecuatoriano, Jorge Enrique Adoum (1926-2009), de quien, “La terrígena poesía de Armando Arteaga”, aparece como prologando la presente auto antología de AA.
Las palabras del gran autor de “Entre Marx y una mujer desnuda”, son una cabal exégesis de la poesía de nuestro bardo. Estas palabras de JEA parecen ser una presentación del notable libro de Arteaga,”Terra ígnea”, y de ellas, apenas, sacamos lo siguiente: ”Y aunque sus libros (los de AA, se entiende)- como los de casi todos los poetas latinoamericanos- son de breve tiraje y de circulación limitada (por iniciativa propia e intenso activismo literario). han sido en los espacios culturales de protesta en contra de lo establecido que animan los poetas jóvenes limeños, en donde la admiración y la sorprendente crítica lacónica llena de elogios y de sorprendentes (sic) estímulos para con este poeta severo y exigente. Lo que más me llamó la atención de la testadurez de su poesía, que es un grito patético, es la impugnación precisa en contra del conformismo embustero de la urbe actual, llena de fracasos y de miedos”. (Éste y todos los demás subrayados de las citas son de W.O.) Continúa el poeta del país del gran Rafael Correa, con precisas incisiones en lo que llama “la nervosidad de su poética”; y lo denomina poeta vecino de su “otredad”, para concluir sumándose “a este justificado aprecio e incesante curiosidad por la actual poesía lartinoamericana en donde destaca –sin lugar a dudas- la voz limpia de Arteaga”.
¡Para qué más! En efecto en los poemas aquí reunidos, en INDI Nº 2, y tomados de su libro inédito “Las castañas del fuego” (hay que resaltar la exigencia de Alberto Alarcón, director de esta nueva revista, que se publica en Trujillo, tierra de los inolvidables “Cuadernos Trimestrales de Poesía”, del querido (+) lirida Marco Antonio Corcuera: para tener derecho a que todo un número vaya con nuestra poesía, ésta tiene que ser inédita: lo sé por experiencia, pues, en su Nº 1, tuve el honor de que apareciera una muestra de mi poesía amorosa).
Una característica singular, precisa, de la poética de AA es su concisión y su capacidad de penetrar en los meandros de la existencia, con lo que se acerca a las fronteras de la filosofía, lo que, para Heidegger, sería el más alto pináculo del poetizar.
Incluso en sus poemas de amor, la sensación de inseguridad existencial ocupa un lugar cimero. Así, en “Mara”, leemos: “Te pro-/meto una dádiva/ de ternura/ en este intento/ por recuperar lo perdido.// Te prometo un beso, /y una calle muy larga sin final/ Con muchachas y muchachos/ abrazándose y besándosde / en una fiesta total…//Somos unos extraños/ de este tiempo”.
De este modo, nuestro poeta, siempre, permanentemente, junto con la belleza intrínseca de sus versos, apunta a una visión del tiempo, del devenir, de la caducidad, que lo conducen, no sé si malgré lui, a la residencia en los claustros de la filosofía (particularmente la existencial) con lo que decimos que sus poemas llevan, intrínseca, esa eterna cuestión que ya formulara nuestro abuelo Rubén Darío: “¡Y no saber adónde vamos/ Ni de dónde venimos”.
En fin, me refiero a la presencia del frágil acontecer, dimensión humana por antonomasia. Léamoslo: Se trata de “Orbe novo” en el que usa algunas lexicalizaciones, pero a las que da, con sabiduría, vuelta: “Vino nuevo en odres viejos./ Vive en este pueblo sureño/ la fragancia de las uvas./ Muere en este cansancio/ el trabajo añejo de los troncos/ enredados en la vid (sin `a´)…/ Viajar, irse, no volver la mirada atrás./ El vino añejo de estos días/ es ahora el vinagre de estas tardes”.
El título de la presente columna no solo alude al oficio civil del poeta –arquitecto y de la UNI (lo que no es poco decir)- sino a la delicada perfección con la que estructura sus poemas, aun en casos tan neurálgicos como en temas de trepidante actualidad, como la destrucción del planeta por obra y desgracia de las superpotencias que, de este modo, están cavando sus propias tumbas (lo que nos parece correcto), sino que esto conduciría, asimismo, a la extinción de toda forma de vida en nuestro mundo. Esto, entre otros textos, se halla perfectamente ejemplificado en “Estrépito linaje verde”. Leamos: “Vive ahora la gente que habita / aquella extensa montaña/ donde/ canta/ el gorrión/ apenado.//…Vive siempre el pequeño oso de anteojos/ conocido amigo mío/ antaño nos mirábamos/ distantes,/ hoy somos/ seres extinguiéndonos.// Vive el viento sobre las orejas de los desesperados.// Vive todo el estrépito linaje verde en esta valle.// Solo yo he muerto en vida todo este tiempo”.
Y, finalmente, otro rasgo de su estilo, que sirve como una suerte de anticlímax, es el humor negro o la ironía, perfectamente identificables en “El tornado llevó tu nombre”. del que extraemos algunos versos sintomáticos: “Dentro de 10,000 años/ ¿Qué va a quedar de Vanidades/ ¿Dónde morirán esas intimidades?// ¿Qué va a ser de Cien años de soledad?/ ¿Qué pasará con el jazz de Duke Ellington?/ ¿Se caerán nuevas torres?/ / ¿Se volverá a morir en París, con aguacero/ otro joven poeta peruano?/ ¿Se volverá a escribir Poeta en Nueva York?// Mientras tanto/ al congrejo se se lo lleve la chingada”.
Ha sido una suerte de entremés: la lectura de estos pocos poemas de Armando Arteaga. nos conducen a la necesidad, perentoria, de acceder a sus tres poemarios anteriores, publicados, el primero, hace treinta y dos años: en 1982, con el expresivo título de “Callejón sin salida”.
Ver:
Revista Indi: