En el último
numero de la revista Velaverde, Karina Valcárcel le hace esta entrevista a
Mario Montalbetti, uno de los poetas más representativos de la generación del
70. Nos parece este entrevista un excelente
motivo para compartir y aproximarse a la excelente poesía de Montalbetti.
¿SE LE PUEDE ENSEÑAR ESPAÑOL A UN PERRO NEGRO?
Dime Mario, ¿has probado el pisco sour? ¿Qué te parece?
(Risas) El pisco sour es terrible porque llega una edad en
la cual el segundo vaso ya te hace leña, hasta entonces uno es
inmortal… en mi caso fue hasta los 32 años, de ahí me caía mal o me daba
un poco de sueño. Así comienza el declive alcohólico de uno, mejor
dicho, el declive en general…
Mario Montalbetti es poeta y lingüista. Estuvo participando en la
reciente edición del Festival Internacional de Poesía y tiene en su
haber siete poemarios. Yo lo leí por primera vez a los 15 años y desde
ese momento empecé a seguir su producción. Intento no parecer una
groupie loca mientras lo entrevisto en la sección de libros para niños
de la librería Sur. Es una bonita mañana de invierno, su vaso de café
humea y se enfría a medida que nuestra conversación avanza.
¿Cómo nace tu interés por la poesía? ¿Lo tienes definido?
No lo sé. Cuando estaba en el colegio, debe haber sido en segundo
de media, una cosa así, un compañero que es poeta actualmente, José
Pancorvo, ¿lo conoces?
Ah, el del sable.
Sí, el del sable. Los dos estuvimos en el Santa María, éramos
compañeros de clase, muy amigos, y un día se apareció y me mostró un
papeli to con algo que había escrito y yo le dije ¿qué cosa es eso? “Es
un poema”, respondió. ¡Ah, qué bacán! ¿Y cómo se hace?… “Tú agarras un
papel y escribes, sin ninguna regla”, me dijo. Yo sabía lo que eran los
poemas, pero no sabía que se podían hacer así. Recuerdo que ese día,
regresando del colegio, pasé por Minerva y compré un cuaderno y dije:
voy a escribir poemas. Empecé escribiendo sobre cosas que me pasaban,
cosas cotidianas. Me pareció interesante y gracioso poder hacer
poemas. Después, fue un cierto interés por el lenguaje, mucho más… voy a
decir algo que no sé si funciona: más que una necesidad de expresar
algo. Eso nunca ocurrió en mí realmente.
La poesía es, entonces, una forma más de explorar el lenguaje.
Sí. Ahora, no nos vayamos hasta el otro extremo, hay ciertos
contenidos que te interesan. Le hablas a tu chica y descubres que el
lenguaje es para eso también, para decirle al que te la quitó canalla o
lo que fuera (risas). Pero es más el interés por este bicho
llamado lenguaje, que funciona de manera insospechada. Luego del
colegio me metí a La Católica. El plan familiar era que estudiara
derecho.
¿Y tú estabas de acuerdo con ese plan?
En realidad no estaba de acuerdo, pero dadas ciertas circunstancias
se cumplió el plan familiar casi completamente. La primera clase que
tuve fue Lengua I, con Luis Jaime Cisneros. Al salir de la clase dije:
esto es lo que quiero hacer, lingüística. Cuando terminé todos los
cursos de derecho pasé a estudiar lingüística a tiempo completo y me
dediqué a eso. Con un bache: que en algún momento pensé estudiar
economía.
Vi eso en alguna otra entrevista, me resultó extraño.
No, es que es muy parecido al lenguaje, el dinero es la cosa más parecida al lenguaje que existe.
¿Cómo así?
El lenguaje es un instrumento de cambio. Por ejemplo, se puede
hablar del poder de circulación de una palabra, como de la circulación
del dinero. Lo que vale una palabra es su “viada lingüística” en una
sociedad. Hay palabras que se devalúan, por ejemplo la palabra
“corrupción”, todo el mundo es corrupto ahora, entonces ya “corrupto”
ha dejado de significar algo más o menos interesante. Hay corrupción,
sin duda, pero creo que el esquema de los corruptos es precisamente
devaluar el significado de “corrupto” para que alguien pueda decir “ah,
todo el mundo es corrupto”. Entonces el corrupto-corrupto es como
cualquiera de nosotros, pasa desapercibido.
AL INICIO DIOS CREÓ AL PERRO
¿Se le puede enseñar español a un perro?, le pregunto a Mario, y me
mira sorprendido. Luego sonríe. “Esa es pregunta de examen final”, me
dice. En uno de los cursos que dicta en la PUCP el alumno tiene que
responder a este cuestionamiento. “Es una respuesta interesante, pero
no te la puedo dar porque son tres créditos”, añade, siempre amable.
(He escuchado más de una vez mugir y maullar a mi perro, en ese
sentido podría decir que de alguna forma mi perro es políglota. Pero
nunca lo he escuchado hablar español. No, no creo que se pueda.)
Página interior de “Nube tonta” (1973), revista mecanografiada en su época universitaria.
Portada del libro “El lenguaje es un
revólver para dos”. Recomendamos de este ejemplar el poema “La lección
de economía” y “Objeto y fin del poema”.
¿Entre Nube tonta, tu primera revista, y Perro negro, cuánta distancia hubo? Hay
una distancia muy grande, lo que hacía en Nube tonta era casi un
divertimento, pero luego junté unos cuantos poemas que estaba
escribiendo y le di forma de libro y comenzó siendo un poemario más
breve, que ganó el premio de literatura de la Asociación Peruano
Japonesa, en el cual José Watanabe era parte del jurado. Recuerdo que él
me llama por teléfono y me dice: “Mario, has ganado”. Eso se llamaba Mi (poema de amor), era una selección de como 20 o 15 poemas que luego devino en Perro negro.
¿Cómo así terminó llamándose de una forma tan distinta?
Le agregué otros poemas. También establecí cierta distancia. Mi (poema de amor) sonaba a una cosa un poco autista (risas).
Originalmente se iba a llamar “Perro negro y silente”, pero Toño
Cisneros me dijo que “Perro negro” era suficiente, casi siempre le
obedecí. Toño corrigió un par de poemas, sugirió un sustantivo por acá,
quitó un par de adjetivos y me dijo: ya. Y en efecto, ya, el
maestro Cisneros tenía razón. Un gesto que siempre le agradecí: lo
presentó, cosa que Toño raramente hacía. Fue en la librería El Virrey…
Después salieron con “¿Por qué le pusiste Perro negro?” y yo
tenía un montón de respuestas, ninguna de las cuales era correcta,
pero las hacía circular. Había una canción de Led Zepppelin, y a ciertas
personas que me preguntaban les decía que era por eso, a otros: “Creo
que la primera aparición del diablo en el Fausto de Goethe era un perro
negro”, había escogido tres o cuatro respuestas. Pero, simplemente, me
parecía la cosa más neutra, casi. Un perro negro.
Un perro negro es la cosa más neutra si caminas por una calle o un parque, pero como título de un primer poemario es…
Hay dos tipos de perros, ¿no es cierto? El perro negro y el perro amarillo de construcción (risas), yo siempre iba a las construcciones y elegí el negro (más risas).
Hubiera sido un buen título también.
Creo que está en un verso de Cisneros, es una linda especie. Perro amarillo de construcción, perro de mecánico es otra especie.
Claro, con manchas de aceite.
Vas a editar después, ¿no?
No, voy a ponerlo todo (risas). Entonces ganas este concurso y luego agregas más textos.
Sí. En realidad no me animé a publicar hasta que Ricardo Silva
Santisteban y Édgar O’Hara, que estaban sacando esta editorial,
Arybalo, me dicen “Oye, ya que ganaste el premio, ¿no quieres
publicar?”. El primer volumen de su colección era Canto villano de Blanca Varela, y el segundo fue Perro negro, que es extremadamente irónico… es un canto por una chica que me dejó, el canto del desamor.
¿Quién te dejó?
Todo el mundo me ha dejado (risas).
MALAS PALABRAS
¿Crees que hay algún tema prohibido para la poesía o, quizás, palabras prohibidas para la poesía?
No. Una vez hicimos un experimento con mis amigos de La Católica: hagamos un poema con ciertas palabras poquísimamente poéticas, como por ejemplo “psicodélico”. No funciona muy bien pero nos obligábamos. Hay ciertas palabras. La última que me acuerdo está en Apolo Cupisnique:
en el poema “Tú quieres sexo” está la palabra “brío”. Es una palabra
espantosa, pero justamente me forcé a ponerla porque creo que cualquiera
puede entrar. No hay palabras prohibidas.
FOTO: FERNANDO LA ROSA
Eso es algo muy difícil de aceptar ¿no? Porque nadie escribe, por ejemplo, un poema con la palabra “poto”.
Poto. Sí. Yo he escrito la palabra “lameculos” en Llantos Elíseos,
que no es una gran palabra que digamos, pero ahí aparece. No hay
palabras poéticas en ese sentido, tú vas armándolas en un contexto.
¿Qué palabras no te gustan?
Ninguna.
¿Cómo que no? Si acabas de decir que no te gusta la palabra “brío”…
Tienes razón, me agarraste. Brío no es una palabra que me guste.
Después hay otras que casi por contenido, más que por sonoridad…
“Tolerancia”, me parece espantosa. Todas estas palabras que justamente
son como estos soles en los que ni siquiera ves la llamita, están tan
gastados… tipo “corrupción” o “corrupto”. Ese sería un excelente
ejercicio, hacer un poema forzándose a utilizar la palabra “corrupto”
en un sentido en que le devuelvas una cierta vida, no este sentido ya
manoseado que tiene ahora. Ese es el peligro del lenguaje, que todo se
vuelva lo mismo, una especie de miasma indistinta en que los bordes
entre las palabras se diluyen o desaparecen. Qué otras palabras no me
gustan…“Prosa”. PROSA ES UNA PALABRA ESPANTOSA.
Dibujo de José Tola para el poemario “Llantos Elíseos”, Ed. El Virrey, 2002.
AHÍ ESTÁ EL HUAQUITO
El año pasado se presentó Cajas, un libro con dibujitos,
explicaciones y reflexiones sobre el lenguaje. Un libro raro y bonito,
diría yo, por no decir “interesante”, que es también una palabra
devaluada.
Cuéntame un poco de Cajas.
No es un poemario.
Sí, lo sé.
Es lo primero que quiero decir.
Aunque por ahí he visto que se toma como un libro híbrido.
Yo creo que es un libro precerámico. La gente entra al libro y
quiere sacar un huaco y llevárselo. No, no hay huacos. Estoy hablando
en serio, eh… Quieren sacar cosas, llevarse una idea, decir: “Cajas…
sí, Montalbetti dice que…” y ahí está el huaquito. Pero es precerámico,
es más una estructura arquitectónica, de espacio. Es también
presocrático, en el sentido de que no tiene las formas clásicas
académicas de la filosofía, desde Platón hacia acá. Yo intenté hacer un
libro que mezclara filosofía con lingüística. Pero los filósofos no
creen que sea un libro de filosofía y los lingüistas no creen que sea un
libro de lingüística. La solución la tienen los bibliotecarios de La
Católica, que lo almacenan en el sitio de poesía y ya está. La poesía
es una forma de pensar el mundo y de pensarte.
¿Tú crees que la frecuencia de publicación es un indicador de algo?
Hay una diferencia entre escribir mucho y publicar mucho. Creo que
todo lo que uno escribe no tiene por qué ser publicado. Por ejemplo, Cinco segundos de horizonte era originalmente como 70 poemas, pero terminó siendo 15 o 18.
¿Qué pasó con el resto?
Fueron quemados vivos (risas) o canibalizados, cosas que uno
hace con frecuencia. Hay una diferencia en escribir porque tienes algo
que decir y escribir porque tienes que decir algo. Sé de gente que tiene
que escribir una novela al año o dos… felizmente, en poesía creo que
eso no existe.
Es que probablemente es el menos comercial de los géneros.
Por eso casi nunca vuelves a leer esos libros de otros autores que
fueron escritos por encargo, que están poblando las librerías
actualmente. Son biodegradables, los regalas, los reciclas. Pero
digamos, Eliot… En general, en poesía puedes regresar a los libros.
Fan conoce a ídolo. El lector puede
dibujar dos globos de cómic saliendo de sus cabezas y escribir el texto
que considere adecuado.
Volviendo a temas trascendentales, ¿ya probaste el cebiche?
(Risas) El último reducto doméstico ha sido tomado por lo
hombres, ahora son cocineros, chefs. Todos los platos los hacen con esta
cosa terrible que se llama fusión, quedan pocos restaurantes donde
puedes ir a comer un cebiche original, digamos, ahora a todos le ponen
queso parmesano, yogurt… No me interesa mucho. Prefiero la aproximación
de la mujer a la cocina, que cocina para alimentar a la familia, no
para mostrar su plumaje de pavo real como los hombres.
Háblame de tu poesía reunida, editada en México. ¿Cómo ocurrió?
Tengo fans (risas). Tengo dos fans en México. Inti García
Santamaría, que vino a Lima y conversamos y lo leí, es muy buen poeta.
También Mónica Nepote, que era compañera de Inti en la aventura de
reunir mis poemas. Fue divertido porque es algo que me propusieron hace
como cinco años y yo nahhh… e Inti insistió hace dos años y yo dije: bueno, ya. Pero se demoraron tanto en sacarlo que en el camino salió Apolo Cupisnique: escribí el séptimo libro mientras reunían mi poesía. Estoy feliz con el resultado.
Oye, Mario, ¿por qué no tienes Facebook, ah?
Alguien me ha creado un Facebook, pero no es mío. No sé, no me
interesa… no es lo mío, si tengo problemas con el teléfono… Todavía
escribo los poemas a mano.
¿Me vas a firmar mis libros?
Te voy a firmar tus libros. Uy, este es bamba, ya lo vi.
No, no han bambeado tu libro, pero yo lo voy a bambear. ¿Me puedes firmar un papel en blanco también?