EL SECUESTRO
Armando Arteaga
CAMBIAR toda la merca-. Fue la consigna.
Kike “El Tiburón”
se amarró los zapatos, miró el cielo azul-azul con cierta nostalgia,
contagiándose con la sonrisa de Lalo “Sanguijuela”.
Se limpió el
sudor. Lavó sus manos en La Pila de la
Plaza Mayor. En cunclias Toño “El
Cuadro” temeroso contemplaba su cajetilla de cigarros Winston.
Fuimos muy de
mañana en la búsqueda de El Jefe, debería entregarnos el billete. Subimos por la escalera de escape. El Portero
del edificio nos preguntó: ¿A dónde van?.
Kike contestó indiferente: buscamos al señor Peres Ochoa. El Portero abrió la boca, una enorme cueva
oscura, nos mostró sus dientes amarillos, podridos de nicotina, y dijo: Sexto Piso, 604.
Toño, el
claustrofóbico, subió solo por el ascensor.
Vaña, la Loba, la única mujer de la banda, nos esperaría aquella noche.
El Jefe estaba
colérico. Han venido muy temprano –nos
dijo-. Trabajamos con disciplina –le
contestamos-.
-Nos ofreció unos
whiskys, pero no le aceptamos. Frunció
el ceño de la frente, tomó sus anteojos, entró en la otra habitación, luego de
unos minutos, apareció más relajado, y nos entregó a cada uno: tres paquetes.
Peres Ochoa se
vistió rápidamente, no se perfumó, no hubo dinamita. Bajamos por las escaleras, en largo silencio, subimos
al Cadillac de El Jefe, rumbo al Aeropuerto Jorge Chávez. Nos separamos, yo me
escondí entre la disparatada multitud y su bullicio.
Una mujer pelirroja
se rascaba una nalga con la mano derecha, muy de cerca un policía la miraba,
perverso, con ojos mañosos.
La multitud vive su
propio ritmo. Esperamos el avión. El avión llegó y enseguida busqué a El Gafas,
que al asomar a la escalinata me saludaba con la mirada. Oí, alguien decía: I last my dog, llora pues
hijo de perra, murmuré. Me acerqué a El
Gafas y le entregue los paquetes. La “hoster”
estaba linda.
Vi que El Jefe
conversaba con El Gafas, y nos abandonaban.
En la puerta
principal del aeropuerto, Kike
esperaba. Toño hizo detener un taxi, y
Lalo palpó la navaja que llevaba escondida en el bolsillo derecho de su casaca.
El Gafas es un hijo
de perra -dijo Toño-. Ladra el puta –sacando la mano del Cadillac
para saludar a la mujer pelirroja, flaca-.
Al toque de diana,
me llevo a tu hermana, al toque de lista, le paso revista.-observó-. Moviéndose
las gafas.
Kike sonreía, y
dirigiéndose al Jefe avisó con un pequeño grito destemplado: ¡Tarea cumplida!,
señores. Nos vamos. Señor Peres Ochoa ya
entregamos los paquetes. Buen pase, tigres,
dijo Toño. Nos palmeo el hombro mientras decía:
Muy bien, muchachitos. Muy bien.
Lalo simulaba estar
serio. Rosquete a la vista –pensó-,
después de mirarlo, mientras El Gafas hablaba solo: se bañará en la ducha, y
Vaña –mientras tanto- se pintaba las uñas de los pies con glass rojo, se
desnudaba.
Tocamos el timbre,
no sonó. No hay electricidad en esta
casa, comprobó. Después de oletearnos
largamente nos prometió volver mañana, muy lechuza, ¿iré tempranito?, putona.
Lalo se puso a
llorar. Es un millón de cocos. Kike se
fue a la peluquería y se afeitó. No están mal los morlacos. Y Toño imaginaba
que su dulce Vaña ande de concubina con cualquiera, coño, y El Gafas le ordene traer una taza de café.
-Por las noches
bebíamos anís-. Lalo tocaba la guitarra.
Después, salíamos a la calle, tristes, monótonos, nos echábamos a
caminar pateando piedras y latas, silenciosos. Perezosos.
NOS ORDENARON la
tarea. ¿Quién sería esa mujer pelirroja,
flaca?.
Empujaron la
puerta: allí estaban Vaña y El Gafas en una misma cama, ¿saltaron?,
¿conspirábamos?, ¿groseros?, ¿qué bacán?, ¿pleito?.
Como la pitri-mitri
pintamos las paredes y les pegamos a un policía. Un viejo se reía, caminaba lento, caminaba
cojeando, era tuerto, tampoco usaba barba, a pesar de viejo, sordo y tembleque. Miraba, sonámbulo, y las carcajadas se oían a
lo lejos. La mujer del empresario
sollozaba en la otra habitación, semi-enterrada, sin ninguna contemplación por
ese insólito embarazo que confesó.
Corrimos, Bo Marley
es el cantante de reage que todavía ocupa
el primer lugar del hit-parade en la insólita Isla de Jamaica, cannabis
pura. Me comunique con El Gafas. El Jefe
lo llamó también por teléfono, y
Vaña suspiró por la falta de su marido valenciano, coño, de un martillo que le
mueva el bombo.
Prendí la radio
portátil. Raphael se va de gira musical
a México. “Rosquete a la vista”, salta al ojo su mala costumbre. Kike toca la guitarra y se incha como un
globo. Inflalo más y veras. Pincha ese globo, ¡boom!... Meditamos:
Y mi
sexo acaricio tu sexo
es
neto buscarte, es neto.
La
frescura del mar subió
subió
sobre nosotros dos
que
fuimos solitarios en la arena.
Llegó
esa libertad, llegó el marido
Tú
fuiste mi mujer casi oprimida.
La
carne en un silencio de nostalgia
marina
en nuestros ojos niños, finos.
Los
peces muertos lloraban sin lágrimas
y el
agua nos cubría, nos cubría.
¡Policías!. Sos muy
aburridos, chicos, -dijo Vaña-.
-Ínflalo más, ...y
veras. ¿A lo mejor nos vamos todos al mismísimo infierno?, ay esa Vaña cada día
más putona.
Toño comprendiendo
que “El amor es triste” acarició sus cabellos, apagó, pero enseguida volvió a
prender la radio, levanto un pie por los
aires y se puso melancólico en sus modales. ¿Tenemos velas? –alguien preguntó-.
La muy lechuza, en
la oscuridad: Lalo espera unos minutos en el más oscuro rincón del prostíbulo-bar,
huachafea a la pestaña, a la mirada arrastradita, ¿cuánto cobras?, una cuba
libre, un pisco sour, jode esperar...
Al final, ...El
Gafas vacacionará en Viña del Mar y yo soy un cojudo buscando mecas para el
week-end –pensaba Lalo-. Pintando paredes a mi nadie me gana, dijo Toño. La Virginidad Produce Cáncer, Consuma Lo Que
El Perú Produce, Tome Coca Cola, La chispa de la vida, Prohibido Prohibir, una
lluvia de avisos inundaban las paredes.
La cojudes es que somos menores de edad
y la película es para mayores de
21 años. Si la cosa no funciona. Nos vamos en cana por el mismo water todos –contestó Kike-. 30 años
de prisión.
Silenciosos
caminábamos por los barracones del Puerto Callao, por Acapulco, Kike y su amigo
El Marinero se arrastraban con una botella de cerveza Voll-Damm. Seguimos buscando a El Gafas. Nos ordenaron la tarea.
-Que El Gafas
regresa de Viña del Mar y se vuelve con dos bailarinas que son de la gran
flauta. Toño masticó su chicle Adams,
saludó a un cura (¿comeechaooo?
Elegante: apestaba a licor barato y hablaba de mujeres pecadoras en las puertas
del infierno. Lalo fornicó mentalmente
al aire libre, saludo tres veces al cura, muy parecido al hermano Leoncio del
colegio secundario. Lalo se tocó el
mentón, tosió, preguntó: ¿qué hora es, ah?, ya son las once, le contesté,
happy-happy, seguimos buscando... Ahora sí, final feliz.
EL JEFE AVERIGUÓ:
¿cómo van los trabajos?, quedó satisfecho.
Los árboles
elásticos, estáticos, equidistaban en la
vereda: simétricos. El asfalto de la
pista era una raya negra con un perfecto olor a mariscos, y Vaña estaba regia
con una mini-falda jeans, calzones rosados usa –decía Lalo-, se los he visto
cuando fuimos a la playa La Herradura, y ahora tiene el cuerpo bronceado,
bronceadísima.
El Gafas no tiene
frío, se coloca los guantes de cuero negro.
El Gafas no tiene frío y fuma el último Winston, botando el humo muy
despacio.
¡Caracho, ...
y el billete!. El Jefe se irá a Europa llevándose a Vaña,
llevándose los paquetes. Toño tocando la
guitarra se muerde las uñas. Y El Jefe,
cocodrilo, comiendo uvas en el río.
-Botas cafichas- en
voz baja murmura Lalo-, lustrándoselas, y Kike bebe una coca-cola añorando a
Vaña. Y El Gafas Esteban debe de estar
imaginando calata a Miss Universo de la fotografía, ¿buen culantro?, ¿buena
ruda?, buena suerte, mala muerte, ¿una
fotografía de la agraviada? -indica el policía-, la señora del empresario mira
la cámara, mala señal, ...los forajidos la tenían recluida en una celda, en una casa de una barriada de Villa
María del Triunfo, irá a su casa residencial de La Planice, ahora, la señora
está cansada, señores periodistas, no más preguntas por ahora, se acabó el
show... En la radio portátil canta Leo
Dan, recordar es volver a vivir, estoy traumada doctor, dice la señora, canta
Charles Aznavour, canta Roberto Carlos, Canta el Pollo Fuentes, canta Enrique
Guzmán, canta Pedrito Rico, canten maricones, no ven que nos vamos por el
water...
Caprichos al final:
botas cafichas para Lalo, quisiera una sortija de oro, un brasier para Vaña, un
collar para el perro de la señora, el billete del empresario puro papel
arrugado, para El Gafas condones y fotos de mujeres calatas, hace el inventario
el policía, se abraza al otro policía, la rescatamos viva, ilesa, un poco
cansada, todos los forajidos están reducidos a cero, mi comandante.
Kike fuma. Lalo
acaricia sus botas. Toño, lagartija,
maleante. Y el aire refresca el
ambiente.
-Y la mujer
secuestrada, la esposa del empresario, dónde habrá terminado, tirada sobre el
césped de un solitario parque de esta enorme ciudad, ...pueblo sin compasión,
canta Paul Anka.
-¿Y la recompensa
llegará?, reclama bruscamente Kike. Un
comercial y regreso. La radio portátil se ha quedado prendida, sola, como la ciudad de noche, ... y la señora.
-En tres minutos
más me largaré de este inmundo país -dormita El Gafas-. A mi me da asco todo esto –reclamó la rica
“hoster”-.